Sonetos




 
Soneto al fuego

¿Quién puede cruzar con pies y corazón
el paraje que la lluvia no alcanza
y en cuya tierra se expanden las brasas
donde la piel se atormenta de pasión?

¿Quién puede sobrevivir a la gracia
del fuego bautizado cual tentación?
¿Quién puede mirar el cielo del dolor
y no morir encantado en sus llamas?

¿Quién sin gritar puede arder en silencio?
¿Quién aceptar la noche de los tiempos
si los ángeles el fuego han de alabar?

¿Quién dormir luego de lamer lo eterno?
¿Quién es quien la hoguera puede atravesar
y no salir cubierto por el hielo?



El acierto

He escuchado voces donde no hay labios,
saboreado lunas donde no hay noches,
lamido sangre de venas informes,
caminado donde ya no hay espacios

He gritado el silencio de las voces
y mirado tierras sin horizontes
Y todo lo salvaje me ha domado,
todo lo fugaz lo eterno me ha dado

Bebemos de la sed de aquel desierto
que forjado por nuestros propias ansias
es nuestro nombre en la voz y el silencio

No hay sendas más allá de nuestros sueños
y por este don queda en toda hazaña
nada en su lugar mas todo en acierto



Encomio a Artemisa

Bella soberana del tiempo ancestral,
eres eterna en la noche de luna;
feéricas doncellas en la bruma
danzan en tu nombre por la guía astral

Reina del bosque y de las alturas,
toda jornada espera tu divinal
beso escarlata de luminosidad
y por tí claman nocturnas criaturas

Donde tú habites habita el misterio
En la voz del destino está tu reino
Si la noche es tuya nunca es impura

Porque tu magia destruye el silencio
y tu extrañeza da luz al lamento
no está perdido el que mira la luna



La ventana de Hades

Desde ultratumba padecen los sueños
Hades, el dios del reino de los muertos
conoce el secreto de la manzana,
sabe quién mira desde su ventana

De mayor vida he logrado ser dueño
al rasguñar con piel de oscuro fuego
suelos de la muerte, la pena sacra
donde atisba Hades tu propia cara

Aquello que llamamos estar vivo
sólo lo comprende aquel que agoniza
Oh gran dios de los dioses del Abismo

deja ver desde la vital orilla;
sólo desde el inframundo, el sino,
puede llegar a nombrarse la vida



Mosca y gusano

He de beber de los ácidos crudos
y untar la lengua en la sucia maraña
que los limpios codician con gran maña
Cuanto más duele, tanto más lo busco

He de engullir y vomitar con saña
el deseo por las hembras, que alaban
los amantes de la bilis y el mundo
Cuanto más limpio, más quiero lo sucio

Son mi morada las execraciones,
lo fétido la miel de mis canciones,
de lo indeseado soy el dios y el amo

Huele a muerte tu placer en mi olfato
pues de la vida soy putrefacciones
Soy el otro lado, mosca y gusano



El fantasma

El olvido, sin ver la voz del tiempo,
cierra cruel y dulcemente la puerta,
se retira con sabor a silencio
y me deja con el pasado a cuestas

Y ella ya roza otra vez los objetos
de mi cuarto, e ilumina con fuerza
devastadora todos los misterios,
y besa estas sábanas que se quejan

Y en mis labios ella vuelve a sonreír
Y en ayer me ahondan sus hondos ojos
Y mi estrella brilla oscura en mi nadir

La piel de su fantasma puedo sentir
y una vez más en las ruinas me arrobo
Una vez más he vuelto inerme a morir



La dama de las hojas

Dama que la naturaleza adoras
cual reino mágico que tus pies besa,
te he visto del árbol bajo la sombra,
te he visto en la tibieza de la tierra

Dama que el fiel instinto de las hojas
comprendes con la gracia de quien reza,
soy la voz encarnada que te nombra,
soy quien gusta sangrar en tu belleza

De la savia de tus venas brotará
el imperio de los silentes bosques
que acallarán la tortuosa humanidad

Dama de las hojas, de blanca noche,
¿qué pétalos de glorioso renombre
en mis labios hubiste de reposar?



Roja y sanguinaria visión I

No ver, tú, siempre atisbada, no verte;
arrastrar tu minuciosa perfección,
ser ardor que desea lo que teme,
mas prohibirte subterfugio en la visión

Artífice de visión que en tí no está,
ya saborearte en tu grandiosa ausencia,
presente y en olvido tu presencia,
y esperarte donde nunca llegarás

No verte, ver terror en tí, abismal
volición en la distancia del cenit;
convencerme de que infernalmente estás

allí en la gracia opuesta de lo real
Desearte justo donde no has de existir
Desearte justo donde es fatal desear



Roja y sanguinaria visión II

Las horas de la umbría se desprenden
del tiempo que luminosa no habitas,
donde se expande el reino que suscita
la voz que augura la profunda muerte

de esta alma que doliente te avista
cual visionario que ciego se agita
en abismos donde sentirse puede
grácil tu risa, desgracia en mi suerte

Es aquí donde acaban los dolores
pues la sombra calcina a quien la siente
y el gran letargo siembra sus sopores

Así los hombres sombríos luz huelen;
la sombra no vela tantos horrores
como el maléfico hecho de verte



Roja y sanguinaria visión III

Quizás por en lo eterno no pensarte
es que furioso flagelo mis sienes
Quizás en sagrados humos que mienten
es que me obnubilo por alejarme

del sitio donde habito realmente,
de la luz que en mí te engendra, tu imagen,
de allí donde irreal puedo habitarte,
de tu corona de rojas serpientes

Pues es aquí donde sin verte anidas,
un ápice de tu ingente belleza
grácil en mi pecho encuentra guarida

Las fronteras de esta dulce tormenta,
donde mi alma gris salvarse podría,
están en tu imposible inexistencia



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