sábado, 13 de noviembre de 2010

La jerarquía de los seres en Santo Tomás (artículo)





Filosofía Medieval

La jerarquía de los seres en Santo Tomás



            Uno de los primeros autores que filosóficamente trata el tema de la jerarquía es Dionisio Areopagita. Este autor, en su obra “Sobre la jerarquía divina (o celeste)” establece el concepto de la siguiente forma: La jerarquía es, a mi entender, un orden sagrado, un saber y una actividad que se adecuan lo más posible a lo deiforme y que, de acuerdo con las iluminaciones que son don de Dios, se elevan en la medida de sus fuerzas hasta la imitación de Dios (…) La jerarquía hace que cada cual participe según su propio valor en la luz que se encuentra en la Bondad (…) El fin de la jerarquía es, en lo posible, una adecuación con Dios y unión con Dios.
En Santo Tomás, todo lo real está organizado jerárquicamente de acuerdo con el principio de subordinación de lo relativo a lo absoluto, y de lo imperfecto a lo perfecto.
            Ahora bien, mientras que en Dionisio se pone de relieve que cada grado del ser posee su propio modo de operación (es decir, que cada orden tiene su realidad propia y su propio bien), la jerarquía en Santo Tomás no es incompatible con la continuidad en cuanto que la realidad inferior de un determinado orden es continua con la realidad superior del orden que le sigue en sentido descendente.
            A propósito de esto, recordemos el principio neoplatónico, presente en el pensamiento tomista, que Dionisio había recibido de Proclo: la naturaleza inferior, según lo superior que tiene, toca lo inferior de la naturaleza superior.
           
            En la cuarta vía de demostración de la existencia de Dios, Santo Tomás centra la mirada en los grados jerárquicos de perfección que se observan en las cosas: en las perfecciones como bondad, verdad, nobleza. Ahora, lo más o menos supone siempre un término de comparación (y sabemos que los grados de comparación no se pueden ir hasta lo infinito), por lo cual ese término es lo absoluto. Por lo tanto, hay una verdad y un bien en sí mismo, que es la causa de todos los otros seres: Dios.
            En cuanto al modo de conocimiento, es necesario que lo que Dios conoce por una sola forma, los seres inferiores lo conozcan por muchas; y tantas más cuanto mayor sea la inferioridad de su entendimiento.

I- Dios:
            Según la vía de negación, concebimos a Dios como un ser inmóvil, inmutable, perfectamente en acto y absolutamente simple. Dios es acto puro, y por lo tanto contiene necesariamente en sí mismo, en forma virtual, el ser y las perfecciones de todas las criaturas.
            Dios crea a las criaturas ex nihilo (desde la nada). Es decir, que la creación supone el paso de la nada al ser (esto es, que antes de la creación de la criatura no hay ni cosas ni movimiento ni tiempo). Por lo tanto, si la creación no presupone por definición materia alguna, presupone una esencia creadora que contenga virtualmente en sí misma el ser de todas las criaturas.

            II- Ángeles:
            Criaturas incorpóreas e inmateriales (no todo lo que es creado se compone de materia y forma).
            Como el primer grado de la creación se encuentra lo más cerca posible de Dios, los ángeles tienen la más alta perfección compatible con el estado de criatura: y a la perfección la acompaña la simplicidad, por lo que es necesario concebir a los ángeles tan simples como puede serlo una criatura. Ahora bien, esta simplicidad no es total (si no, serían acto puro: serían Dios): por consiguiente, los ángeles tienen la distinción real entre su esencia y su existencia.
            Sin embargo, carecen de materia y de principio de individuación: cada uno es menos un individuo que una especie, y marcan cada uno un grado en la escala descendente.
            Las especies por las que los ángeles entienden no están tomadas de lo sensible, sino que les son connaturales: ven en el acto todo lo que se puede conocer de una cosa (no existe en ellos la relación potencia-acto, sino que hay un estado de conocimiento habitual a otro de conocimiento actual). Cuanto más elevado sea el ángel, con tantas menos especies puede entender la universalidad de lo inteligible.

            III- Hombre:
            Por su alma pertenece a la serie de seres inmateriales. Sin embargo, si bien el alma es un principio de intelección y por tanto puede conocer algún inteligible, no es Inteligencia pura porque es esencialmente unible a un cuerpo. El alma es la forma del cuerpo: su unión da origen a una verdadera sustancia y cada uno tomado por separado no está completo sin el otro.
            El alma humana está en el último grado de las criaturas inteligibles: es la perfección más alejada del intelecto divino. Por lo tanto, en cuanto que es forma de un cuerpo, el alma humana señala los confines (línea divisoria) entre el reino de las Inteligencias puras y el dominio de los cuerpos.
            El intelecto agente que posee cada alma es la facultad por la cual más nos acercamos a los ángeles. La función más alta de ésta es el conocimiento de los primeros principios, que preexisten virtualmente en nosotros, mas su debilidad radica en no poder formarlos si no es partiendo de las especies abstraídas de las cosas sensibles: el origen de nuestro conocimiento está en los sentidos. El conocer consistirá en la operación de abstracción: extraer de las cosas el elemento universal que en ellas se halla contenido.

            IV- Seres Sensibles:
            Los animales carecen de razón. Sin embargo, tienden a un fin. Porque la materia no alcanza la forma sin la moción de la causa agente, pues nada puede pasar por sí mismo de la potencia al acto. Por lo tanto, así como es propio de la naturaleza racional tender a un fin moviéndose o dirigiéndose a sí misma, lo característico de la naturaleza irracional es tender al fin como impulsada o dirigida por otro. En el caso de los animales, a un fin de algún modo conocido.
            El apetito sensitivo de los animales sigue a la aprehensión de un entendimiento, como asimismo el apetito de la naturaleza intelectiva, que se denomina voluntad. No puede haber voluntad en los seres privados de razón y entendimiento, porque no pueden aprehender lo universal; pero hay en ellos apetito natural o sensitivo, determinado a algún bien particular. Los seres irracionales nada pueden ordenar a un fin, sino que son ordenados a un fin por otro ser: Dios.

            V- Los seres que sólo existen:
            Tienden a un fin movidos por otro ser. A diferencia de los animales, tienden al fin que les es del todo desconocido, pues están privados de todo conocimiento.

            Todas las criaturas, por más diversas que sean, por más distantes que se encuentren en la jerarquía de los seres, tienen algo en común: el ser. Es necesario que las cosas tengan ser, tanto si son invisibles y espirituales o visibles y corporales.
            Todas las criaturas de Dios en algún aspecto permanecen para siempre: porque las criaturas nunca vuelven a ser nada aunque sean corruptibles. Pues las criaturas corruptibles permanecen para siempre en la materia, pero cambian en la forma sustancial. Y por su parte, las criaturas incorruptibles permanecen en la sustancia, pero cambian en algo: por ejemplo, de lugar, como los cuerpos celestes; o de afectos, como las criaturas espirituales.
            Sin embargo, en la jerarquía de los seres, cuanto más se acercan las criaturas a Dios, que es inmutable, tanto más inmutables son.


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